Nuestro último concierto quedó un pelín deslucido por el intenso ruido exterior a la iglesia, debido al Día del Músico callejero, que se celebraba en todo el casco antiguo de Vilnius y que confería a la ciudad un animado ambiente “womero”.
Nuestras niñas instrumentistas volvieron a repetir éxito con Sibelius, y las cantantes cambiamos la zarzuela por algo más austero: la cantata No se emenderá jamás de Haendel.
Como anécdota, el alarde de agilidad del maestro Vakaris Lopas al abandonar de un salto la tarima de director para apartar un micro que se había quedado abierto, y volver a dirigir como si tal cosa…
Tras el concierto, lunch en el conservatorio, y fiesta de despedida.
Más de una lágrima furtiva se nos escapó, tanto durante la fiesta como durante el viaje de vuelta a casa… Pero siempre nos quedará París,… quiero decir, Vilnius, Poznan, y el recuerdo de los intensos momentos vividos junto con nuestros socios finlandeses, polacos y lituanos, y de la música compartida.
María Jesús Pacheco